domingo, 15 de agosto de 2010

La Playa

Preparamos en una cesta las viandas necesarias para merendar que el Amo nos permitió llevar y bajamos a la playa dispuestas a pasar la tarde entre juegos y risas.
Las muchachas estaban emocionadas, creo que no se acababan de creer que tuviésemos permiso para divertirnos si no que encima llevábamos Sa-Tarna tierno, queso, y embutidos de verro deliciosos para degustar, nada que ver con las insípidas gachas que nos daban a diario.La playa donde íbamos a bañarnos no estaba lejos, yo ya había visto el lugar desde la torre en la que mi Amo me había subido para que contemplase el paisaje y desde allí se veía un rincón delicioso, no costó mucho llegar y el camino se hizo corto pues entre risas y bromas ni nos enteramos de la dificultad y lo angosto del sendero.





Cuando llegamos por fin las muchachas corrieron al agua como niñas en su primera excursión, chapoteando alegres y jugando entre ellas como si nunca antes hubiesen disfrutado así, de echo posiblemente hacía muchos años que no lo hacían.









A media tarde sacamos la merienda y merendamos entre risas, el ambiente era fantástico y cada vez me sentía más contenta de haberlas llevado allí, eso nos uniría aún más.





Al final del día descansamos de tantas emociones tumbadas en la arena viendo atardecer y regresamos a la Casa cansadas pero felices.Nunca olvidaríamos esa tarde de juegos y complicidad entre nosotras.






Por la noche caimos rendidas en las pieles
echas un ovillo sin reparar siquiera en que el Amo no estaba en Casa, pero después de tantas enociones y actividades ¿quien se resiste a un sueño reparador ?

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